La garita espiritual
Sobre las huellas de otros que antes anduvieron
sobre el mismo camino en el desierto
se hunden los nuevos pasos
de un calzado viejo y cansado.
En el principio fue caminar
un paso y después otro,
llegar a cien
arribar a mil
millones de pasos
sobre un camino antes recorrido
por otros instintos migratorios
a otras horas,
con luz de día.
Son las tres de la madrugada,
un manto de estrellas cobija al caminante,
el rocío refresca el viaje
como lubricante tibio del movimiento,
lubricante de la vida,
lubricante de la noche.
A lo lejos,
allá donde el camino
se funde con el oscuro horizonte
se mira una mujer
cuya belleza radiante
hace juego con la inmensidad de venus
que brilla solitaria
arriba del horizonte y
se acerca.
Su hermosura es un fulgor y
la cadencia de su andar hipnotiza,
se acerca más.
El instinto animal exige apretar el paso
para consumar el encuentro en el camino
con aquella Eva y contemplarla
aunque sea un segundo
aunque sea dos.
Al llegar al encuentro
el caminante descubre
que la musa en cuestión
no sólo no lleva zapatos
sino que tampoco cuenta con pies
y que más allá de ese punto del camino
no hay huella alguna que seguir.
No es el fin del camino es una garita espiritual.
El alma del caminante
ha sido confiscada
por transgredir
las leyes del más allá
Nuevo Laredo, Tamaulipas, noche de brujas 1999
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